lunes, 25 de agosto de 2014

La ley de consultas no permite la consulta

Veo difícil para un demócrata no estar a favor de que una sociedad moderna y adulta vote y se manifieste sobre cualquier asunto que determine sus condiciones de vida y su futuro,  y es buena noticia que el Consell de Garantías Estatutarias avale el proyecto de Ley de Consultas que el Parlament aprobó. Pero cabría ser cuidadoso ya que el dictamen favorable del Consell, que hace difícil mantener dentro del televisor el henchido pecho de un bronceado Francesc Homs, no avala la doble pregunta que el bloque pro-consulta 9N nos propuso. De hecho el Consell declara que sólo le corresponde dictaminar aspectos jurídicos y no políticos. Eso, me temo, no tuvo a bien explicárnoslo a los ciudadanos el señor portavoz.

Por otro lado, que el Consell haya dictaminado favorablemente la Ley por un solo voto de diferencia, cinco a cuatro, no puede dejarnos satisfechos sin más, sería deseable que una ley destinada a canalizar la libre expresión de los ciudadanos sobre asuntos de gran envergadura tuviera un mayor nivel de acuerdo entre los miembros del Consell. No podemos los catalanes tener la seguridad necesaria para acudir a esa cita a la que el President Mas nos llama con la intención de que quebrantemos el Estatut y la Constitución cuando el hecho es que casi la mitad del Consell no comparte el dictamen favorable, menos aún cuando no se ha pronunciado, ni lo hará, sobre la doble pregunta.

Lo que es indudable es que esa doble pregunta propuesta por Mas y compañía sigue sin encajar en la Ley, ni en la de Catalunya ni en la del Estado. Por fortuna, Miquel Iceta propuso una pregunta alternativa que nos permitiría a los catalanes expresar nuestra opinión, adulta, sopesada y motivada. Esa pregunta es Ítaca, el resto cantos de sirena, y conviene recordar que éstas devoran a los marineros de Ulises. No es muy recomendable embarcarse con capitanes como Oriol Jonqueras o Artur Mas, ex-delfín de un famoso ex-President defraudador a la Hacienda pública, guiados por la arbitrariedad. Deberían ser el sentido común, la seriedad y la fiabilidad los que guíen las manos y las palabras de nuestros representantes políticos. Debemos exigir que nuestros responsables institucionales sean eso mismo, responsables.

¿Atenderemos a la voz de la razón cuando las sirenas cantan?.